Problemas en el fútbol base canario

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El propio Universidad de Las Palmas, uno de los clubes que llegó a degustar el sabor de la categoría de plata española ante conjuntos como el Atlético de Madrid y el Sevilla llevan dos años de mudanza en el inmueble de la Avenida Escaleritas, a la espera de que se realice a la remodelación del ya «vetusto» Alfonso Silva.

Incluso en el Pepe Gonçálves han surgido problemas con la calefacción del agua, y ante la saturación propiciada por el calendario deportivo algunos clubes han decidido mudarse a otros perímetros más modestos, como Las Palmas Atlético (club de Segunda B) que ahora juega en el campo de Las Coloradas. Además, varios conjuntos de la capital grancanaria han mostrado su malestar por las condiciones actuales de los campos de La Ballena. Ante la falta de operarios de seguridad y la desidia fomentada por los problemas detectados en dichos terrenos, se han multiplicado los hurtos y los robos de material deportivo en los distintos entrenamientos y partidos que allí se desarrollan.

Si la semana pasada, a uno de los colegiados, los amigos de lo ajeno consiguieron birlarle 300 euros en los vestuarios, en el pasado encuentro entre el Universidad juvenil y el Unión Viera los jugadores colegiales sufrieron una inesperada «limpieza» durante el calentamiento previo a dicho partido (material deportivo, relojes, móviles, etcétera).

Sin embargo, la nota más sangrante de esta compleja situación se describe en los numerosos episodios de violencia que se han reproducido en las distintas competiciones que se celebran en Las Palmas. Las trifulcas y tanganas propias de categorías superiores ya se manifiestan en divisiones de iniciación. Ni siquiera el fútbol femenino escapa a este esperpéntico panorama, en el que no faltan elementos ya prohibidos en el balompié profesional como las bengalas. Tanto en encuentros de Tercera y Segunda B se han visto este tipo de artefactos sin que la administración pueda dar freno a ello.

En cierta manera, Roque Díaz se ha visto maniatado ante los vaivenes presupuestarios acometidos por Saavedra, y aunque la «balsámica» inyección del «Plan-E» está por venir,puede que las medidas se reduzcan a meros parches económicos ante los problemas estructurales de la ciudad.