Hay que darle mucho mérito al Mallorca y a Caparrós, un técnico que maneja a la perfección los recursos de los que dispone y le echa una pasión que transmite a sus futbolistas en el campo. Cuando un equipo defiende ordenadito como el Mallorca, los desbordes individuales marcan la diferencia, pero ni Benzema ni Cristiano ni Özil parecían capaces de desbordar en el primer tiempo.
Otra vez tocó remontar en la segunda parte. Tácticamente, Mourinho fue valiente, cerró con tres atrás y metió al futbolista que marcó la diferencia: Higuaín. El argentino lleva cinco años (desde que llegó) luchando contra los elementos, pero siempre sale vencedor. Ahora, saliendo desde el banquillo, el Pipa sigue calladito y a lo suyo que es marcar goles importantes para su equipo. Su movilidad, su trabajo entre líneas y la manera que tiene de pelear con el alma todos los balones, contagiaron a un equipo que, hasta su salida, se encontraba perdido.
Una genialidad de Özil la transformó el argentino en el gol de la esperanza y a, partir de ahí, el Madrid creció y el Mallorca se asustó. También tuvo mérito el ratito de Kaka en el terreno de juego. Al brasileño le cuesta encarar e irse del rival como lo hacía antes, pero tuvo la personalidad suficiente como para no esconderse y de ofrecerse constantemente en una situación complicada.
Y luego apareció Callejón. Un suplente esforzado de los que quiere Mourinho. Siempre que sale cumple y, además, casi siempre marca. Su gol culmina una remontada en un campo en el que, por ejemplo, el Madrid la pasada temporada se dejó dos puntos que luego fueron decisivos. Es evidente que lo mejor para el Madrid fue el resultado. Lo peor, que sigue dejando futbolísticamente bastantes dudas.
Desde que regresó la competición, el Madrid parece dormido. Solo se espolea cuando recibe un gol en contra y eso es muy peligroso. Sobre todo, si lo próximo que te espera es una eliminatoria contra el Fútbol Club Barcelona...
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