domingo, 16 de agosto de 2009

¿Determinamos el futuro de nuestros hijos?


Durante los últimos años hemos detectado como los clubes se llevan a nuestros canteranos tras detectarlos con un potencial futbolista profesional en cuanto llegara a una edad muchas veces inapropiada. La intención de los clubes consiste en comprometer de alguna manera su futuro con la finalidad de prepararlo para debutar más tarde en la liga Española; supuestamente.

Sí, a su corta edad es ya un excelente futbolista que participa destacadamente en una liga en la que juega sin desventajas con otros niños.

¿Sólo una anécdota?

Los datos anteriores no pasarían de ser sólo curiosidades si no fuera porque la voluntad o el deseo de las criaturas pasa a un segundo término e inevitablemente se marca un destino. Aunque bien visto, si el menor es un proyecto viable para el mundo deportivo y, además, la familia pertenece a un estrato económico en el que las limitaciones son la constante, el talento de esos niños podría representar una tabla de salvación. El trampolín que podrá sacar a padres y hermanos del círculo de la pobreza.

Desaprovechando la ocasión, quizá se estaría condenando al menor a una vida de mínimas oportunidades, duro trabajo y pocos logros. Y, bueno: hasta se tiene la justificación de que si ahora juega sólo por el gusto de hacerlo, sin duda disfrutará más cuando además cobre.

El sueño dorado de tener hijos tan codiciados, ¿usted lo comparte?

Tenga en cuenta que un buen día tocan a la puerta de su casa y el representante de un club le hace saber que sus cazadores de talento han observado la manera en que juega su hijo.

Sin más trámites proponen un contrato y luego exclusividad de decisión en el futuro deportivo del niño y todo lo que rodea su rentabilidad. Por supuesto que esto no es gratuito: el compromiso para su hijo lo tratan como una materia a la que rentar.

Imagínelo: el dinero que usted no lograría ganar en su empleo actual hasta su aniversario número cien. Posiblemente ni viviendo tres vidas.

Parece tentador. ¿O no?

Los pros y los contras

En caso de rechazar la oferta pensando, por supuesto, en el bienestar del pequeño tendría que mantenerlo en el más absoluto secreto. Casi nadie en su círculo cercano entendería que no se le fundieron las neuronas, sino que pensó nada más en lo que podía ser mejor para el desarrollo normal de su prole. Piense en ellos, en sus conocidos: ¿Qué cree que opinarían ante su negativa al contrato?

Supongamos que, en común acuerdo con su pareja, decide que es conveniente firmar el compromiso. Un momento. Es probable que alguien afirmara en este momento que �se necesita la opinión del niño. Cierto, aunque relativo. Primero, porque difícilmente las personas tan jóvenes tienen la experiencia suficiente como para saber lo que les conviene y en parte por ello la mayoría de edad se otorga hasta edades más avanzadas; además de que los hijos, porque nos aman, también procuran complacer nuestros deseos.

Así que volvamos a lo del acuerdo con la pareja. ¿Cuáles cree que serían las razones positivas que tendría para firmar el contrato?

Caramba: si recordamos a Valerón, que ahora gana lo que quiere y no parece desagradarle patear pelotas en el estadio, podían esgrimir el argumento de que le están garantizando un futuro feliz.

¿Hay garantía real?

No, desafortunadamente no la hay. Las certezas son raras en nuestro azaroso mundo. Algo que debe quedar claro es que, en una situación como la que le planteamos, la vida cambia sustancialmente. Para comenzar, los estudios pasan a segundo término: lo primero es la preparación o el entrenamiento, aquello para lo que están invirtiendo los interesados. Los amigos y la vida cotidiana desaparecen. La compañía, el tiempo libre y los horarios familiares dependerán de las actividades programadas por los que pagan.

¿Qué puede fallar?

Puede aparecer una lesión prematura e inesperada. Accidentes de esos que, contrario a lo que sucede con las certezas, surgen a cada momento. Qué pasa si cambió la familia su lugar de residencia, la criatura abandonó la escuela durante dos o más años, usted dejó su empleo para dedicarse de tiempo completo a representar al niño, compraron una residencia a plazos y... los médicos especialistas determinan que, aunque habrá curación y rehabilitación, la actividad debe ser abandonada como profesión. Adiós, niño futbolista.

¿Se garantizó el futuro? Puede ser que sí, pero también es posible que no.

¿Podemos ofrecer a nuestros niños posibilidades de ese estilo sin arriesgar todo su futuro e incluso el de toda la familia?

Mi pensamiento es que sí y la prueba está ante nosotros: jugadores canarios que llegan con la mayoría de edad a su máximo rendimiento con la formación recibida de nuestros profesionales y en su ambiente familiar triunfan en los mejores equipos de España.

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