Medio equipo en el cielo
La trágica muerte de Imar no sólo deja huella en el San Antonio, sino entre quienes lo conocieron: "Un fenómeno por su carácter"
Familiares, amigos y compañeros acompañan a Imar David Rodríguez en el cementerio de San Lázaro. JUAN GREGORIO
Imar era un líder natural y prácticamente toda su vida deportiva ha estado vinculada al San Antonio. Desde benjamines hasta la Primera Regional, categoría en la que milita este histórico club fundado en 1953. También le gustaba, más bien encantaba, el Fútbol 7 y con el equipo de sus amigos del barrio, el Ca'Manolo, llegó a ir a tres campeonatos de España. "Era el motor de nuestro equipo y un excelente goleador".
Uno de sus compañeros, visiblemente afectado, no duda en calificarlo como "la mejor derecha del fútbol regional de todas las categorías. Cuando mire a la otra banda y no lo vea no lo voy a creer. Es como un sueño, un mal sueño, del que todavía no he podido despertar".
Y es que Imar, que en las últimas jornadas ha ejercido de capitán, no era uno cualquiera. "Es la alegría del vestuario. Estaba loco por ascender con el San Antonio, deseando que llegaran los partidos para tratar de subir a la Preferente".
"Se dejaba la piel en el campo, respetaba a todos y siempre tenía una sonrisa. Un fenómeno. Entre él y Miguel animaban como nadie el vestuario", comenta otro compañero, mientras su entrenador, Eloy Martín, no tiene palabras. No entiende por qué ha pasado. Era como un hijo.
"Con sus locuras nos hacía reír a todos, pero era muy correcto y, desde luego, amigo de sus amigos", dijo otro futbolista, una de las trescientas personas que ayer acudieron a despedir a Imar David Rodríguez en el cementerio de San Lázaro.
Imar trabajaba de chófer en la empresa Torres y San Luis y era socio de Transcar Express 09, y su pérdida los ha dejado impactados. "¿Qué podemos decir de alguien que era amigo de todo el mundo? Esto nos ha afectado", manifestaban ayer personas de su entorno laboral.
Pero su verdadera pasión era el fútbol y la gente de su barrio, Schamann. Vivía en la calle Ayacuchos, detrás de la iglesia de los Dolores, con su familia, con dos hermanos y una hermana.
Imar David Rodríguez González dejó huella. Su carácter le permitió ser muy popular y por eso sus más allegados no se limitaron a asistir a su sepelio.
En el lugar en el que Imar tuvo el fatídico accidente, en la Avenida Marítima, se vivió ayer una emotiva y singular ceremonia cuando compañeros y amigos le rindieron un pequeño homenaje recordando lo buen futbolista y amigo que fue. Nadie podrá olvidarlo porque supo cultivar valores que hoy en día no abundan.
El San Antonio seguirá compitiendo y el equipo hará todo lo posible por brindarle un ascenso al que este malogrado futbolista ya ha contribuido cuando hizo piña con todos.
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