¿CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO?
20.08.2012 17:37 de MAROGAR .
Siempre fui muy crítico cuando se le quieren incorporar
cuestiones colaterales al fútbol, sobre todo cuando quieren aprovecharse
de su fuerza propagadora. Por eso nunca me interesaron los contratos de
los futbolistas, sus novias o ligues, tampoco sus primas millonarias ni
sus vivencias fuera del terreno de juego. Sin duda, me interesa el
fútbol deporte y no divagar en otras consideraciones. Por ejemplo, de
Piqué no me interesa la relación sentimental con la cantante Shakira; me
entusiasma la relación de Iniesta con el balón pero no le he dedicado
ni un segundo a los fastos de su reciente boda; tampoco me interesan
para nada las historias de la periodista deportiva Sara Carbonero por el
hecho de que sea la novia del portero Casillas. Y así podríamos
seguir...
Después de obtener el Premio Nobel de Literatura, Mario Vergas Llosa escribió un ensayo titulado "La civilización del espectáculo". Una reflexión global acerca de la cultura y su espectáculo, muy apropiada por lo que quiero significar repetidamente acerca del fútbol ya que llevo mucho tiempo denunciando la información masiva deportiva y su acumulación de vicios sistémicos. "¿Qué quiere decir civilización del espectáculo?, se pregunta Vargas Llosa. Y él mismo se responde: "La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, si termina por ser sólo eso se desnaturaliza y se deprecia: todo lo que forma parte de ella se iguala y uniformiza (...) Hoy vivimos la primacía de las imágenes sobre las ideas..."
En la actualidad, tanto la palabra como la letra impresa se diluyen frente a la imagen. Sin embargo, a mí me siguen entusiasmando las retransmisiones radiofónicas de los partidos, al estilo del mítico Matías Prats, con profusión de imágenes mentales, ideas, datos y tácticas expresadas sobre la marcha con la palabra. Por ejemplo, localicen una emisora brasileña, o una portuguesa y experimenten, sean testigos de esa maestría narrativa del relato futbolístico al que quiero referirme, por desgracia casi perdido. Emoción hablada y emoción escuchada, emoción transformada a distintas realidades según el grado de identificación del narrador y el receptor. Es como si avanzáramos nosotros mismos dentro de la pelota. Relatos como el de aquel Matías Prats que manejaba una gran profusión de detalles, ilustraciones, descripciones de las cualidades de los futbolistas; incluso "veíamos" el dibujo táctico de los equipos con total precisión geográfica, se deducía todo del simple relato verbal.
Yo admiré, de niño, a Manolo Alvarez, de Radio Salamanca, porque conseguía con palabras lo que ahora mismo logran algunas imágenes televisadas Fue un Matías Prats de bolsillo, hasta físicamente se parecían, con una voz excelente, templada, expresiva y, sobre todo, transparente y creíble. Sin publicidad añadida. Actualmente, cada vez me gustan menos los partidos cargados de analistas y comentaristas invitados, con tanta parafernalia y ganas de hacernos "gracietas", consiguen distraernos del relato exacto de lo que ocurre en el campo de juego, restando tiempo a lo fundamental. El espectáculo está en el terreno, el esplendor se desarrolla en la hierba y, sin embargo, muchos locutores se creen que ellos mismos son los protagonistas del partido...
Por eso me quedo con la reflexión de Vargas Llosa: "Un partido de fútbol puede ser desde luego para los aficionados - yo soy uno de ellos - un espectáculo estupendo, de destreza y armonía del conjunto y de lucimiento individual, que entusiasma al espectador. Pero, en nuestros días, los grandes partidos de fútbol sirven sobre todo, como los circos romanos, de pretexto y desahogo a lo irracional, de regresión del individuo a su condición de parte de la tribu, de pieza gregaria en la que amparado en el anonimato cálido de la tribuna, el espectador da rienda suelta a sus instintos agresivos de rechazo del otro, de conquista y aniquilación simbólica (y a veces hasta real) del adversario..." Los periodistas no debieran perder la idea de responsabilidad social y, sobre todo, apaciguar los ánimos de la gente partidista en exceso. Algún programa televisivo actual debiera revisar su enfoque. Distinguiendo información futbolística de entretenimiento mundano con algarabías fuera de tono y todo a costa del fútbol.
Y una opinión más al respecto, la de Juan Sasturain, como cuando relató: "Un partido de fútbol transmitido/escuchado por radio es un cuento, una historia, un acto de invención dramática con su desarrollo, sus protagonistas, sus apartes, sus énfasis, su tono: es una versión de los hechos, una construcción verbal más o menos veraz o estilizada. A mitad de camino entre la crónica periodística y el relato de ficción, debe retener al oyente". Por eso mi insistencia.
MAROGAR, 20.AGOSTO. 2012
Después de obtener el Premio Nobel de Literatura, Mario Vergas Llosa escribió un ensayo titulado "La civilización del espectáculo". Una reflexión global acerca de la cultura y su espectáculo, muy apropiada por lo que quiero significar repetidamente acerca del fútbol ya que llevo mucho tiempo denunciando la información masiva deportiva y su acumulación de vicios sistémicos. "¿Qué quiere decir civilización del espectáculo?, se pregunta Vargas Llosa. Y él mismo se responde: "La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, si termina por ser sólo eso se desnaturaliza y se deprecia: todo lo que forma parte de ella se iguala y uniformiza (...) Hoy vivimos la primacía de las imágenes sobre las ideas..."
En la actualidad, tanto la palabra como la letra impresa se diluyen frente a la imagen. Sin embargo, a mí me siguen entusiasmando las retransmisiones radiofónicas de los partidos, al estilo del mítico Matías Prats, con profusión de imágenes mentales, ideas, datos y tácticas expresadas sobre la marcha con la palabra. Por ejemplo, localicen una emisora brasileña, o una portuguesa y experimenten, sean testigos de esa maestría narrativa del relato futbolístico al que quiero referirme, por desgracia casi perdido. Emoción hablada y emoción escuchada, emoción transformada a distintas realidades según el grado de identificación del narrador y el receptor. Es como si avanzáramos nosotros mismos dentro de la pelota. Relatos como el de aquel Matías Prats que manejaba una gran profusión de detalles, ilustraciones, descripciones de las cualidades de los futbolistas; incluso "veíamos" el dibujo táctico de los equipos con total precisión geográfica, se deducía todo del simple relato verbal.
Yo admiré, de niño, a Manolo Alvarez, de Radio Salamanca, porque conseguía con palabras lo que ahora mismo logran algunas imágenes televisadas Fue un Matías Prats de bolsillo, hasta físicamente se parecían, con una voz excelente, templada, expresiva y, sobre todo, transparente y creíble. Sin publicidad añadida. Actualmente, cada vez me gustan menos los partidos cargados de analistas y comentaristas invitados, con tanta parafernalia y ganas de hacernos "gracietas", consiguen distraernos del relato exacto de lo que ocurre en el campo de juego, restando tiempo a lo fundamental. El espectáculo está en el terreno, el esplendor se desarrolla en la hierba y, sin embargo, muchos locutores se creen que ellos mismos son los protagonistas del partido...
Por eso me quedo con la reflexión de Vargas Llosa: "Un partido de fútbol puede ser desde luego para los aficionados - yo soy uno de ellos - un espectáculo estupendo, de destreza y armonía del conjunto y de lucimiento individual, que entusiasma al espectador. Pero, en nuestros días, los grandes partidos de fútbol sirven sobre todo, como los circos romanos, de pretexto y desahogo a lo irracional, de regresión del individuo a su condición de parte de la tribu, de pieza gregaria en la que amparado en el anonimato cálido de la tribuna, el espectador da rienda suelta a sus instintos agresivos de rechazo del otro, de conquista y aniquilación simbólica (y a veces hasta real) del adversario..." Los periodistas no debieran perder la idea de responsabilidad social y, sobre todo, apaciguar los ánimos de la gente partidista en exceso. Algún programa televisivo actual debiera revisar su enfoque. Distinguiendo información futbolística de entretenimiento mundano con algarabías fuera de tono y todo a costa del fútbol.
Y una opinión más al respecto, la de Juan Sasturain, como cuando relató: "Un partido de fútbol transmitido/escuchado por radio es un cuento, una historia, un acto de invención dramática con su desarrollo, sus protagonistas, sus apartes, sus énfasis, su tono: es una versión de los hechos, una construcción verbal más o menos veraz o estilizada. A mitad de camino entre la crónica periodística y el relato de ficción, debe retener al oyente". Por eso mi insistencia.
MAROGAR, 20.AGOSTO. 2012
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